1.2.1. La Meseta y sus unidades interiores

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Clasificación de los relieves según su posición con respecto a la Meseta
Reelaboración propia de imagen de PePeEfe en Wikimedia Commons. Licencia CC.

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La Meseta es la unidad fundamental del relieve peninsular. Es una llanura elevada e inclinada hacia el Atlántico. Procede del antiguo Macizo Ibérico, surgido en la Era Primaria durante la orogénesis herciniana, arrasado por la erosión durante la Era Secundaria y deformado y fracturado durante la orogénesis alpina de la Era Terciaria.

La dirección que seguía la cordillera herciniana ha quedado plasmada en la actual Península como un arco orientado de noroeste a sudeste. La dirección del relieve herciniano ha pervivido en numerosas fallas y fracturas, así como en los alineamientos estructurales de los distintos materiales geológicos. La existencia de estas fallas y la alternancia de materiales más duros y más blandos siguiendo la dirección herciniana ha tenido efectos sobre el relieve actual, superponiéndose a la dirección predominante de los relieves alpinos, es decir, de Oeste a Este.

Dentro de la Meseta se pueden distinguir tres grandes tipos de unidad morfoestructural: el zócalo paleozoico, las sierras interiores y las depresiones interiores.

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1) El zócalo paleozoico.

El zócalo es la superficie elevada y plana resultante del arrasamiento del Macizo Ibérico durante la Era Secundaria. Aflora en el oeste peninsular, donde originalmente el relieve del Macizo Ibérico era más elevado. Se compone de materiales silíceos y metamórficos de la Era Primaria, duros y rígidos, como el granito, la pizarra, las cuarcitas o el gneis.

Se caracteriza por el relieve en penillanuras, superficies desgastadas por la erosión que dan lugar a relieves llanos y suavemente ondulados, constituidos sobre materiales duros. Las dos principales son la penillanura zamorano-salmantina y la penillanura extremeña. La mayor resistencia a la erosión de los materiales más duros, especialmente el granito, da lugar a relieves residuales. La dureza e impermeabilidad del terreno provoca que a veces los ríos se encajen en gargantas.

Penillanura extremeña
Penillanura extremeña. Navas del Madroño (Cáceres). Fíjate en el roquedo granítico disperso por el llano y en el relieve residual del fondo.
Imagen de Marbregal en Wikimedia Commons. Licencia CC.

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2) Las sierras interiores.

Son macizos antiguos, formados por superficies de erosión procedentes del zócalo paleozoico que fueron elevadas en bloques por la orogénesis alpina, siguiendo el esquema de relieve de Horst y Graben. Se componen de materiales silíceos y metamórficos de Era Primaria. Se caracterizan por sus cumbres suaves y la falta de concordancia entre la forma del relieve y su estructura interna. Tenemos dos unidades de relieve principales:

a) Sistema Central. El Sistema Central muestra los relieves más pronunciados de la Meseta. Se compone de una serie de sierras con cumbres aplanadas, separadas por una serie de fallas transversales. Conserva numerosos relieves glaciares. Sus principales sierras son Somosierra, Guadarrama y Gredos.

Sierra de Gredos
Sierra de Gredos vista desde el sur.
Imagen de FDV en Wikimedia Commons. Licencia CC.
Esquema de la estructura geológica del Sistema Central
Esquema de la estructura geológica del Sistema Central. Perfil noroeste-sudeste.
Imagen de PePeEfe en Wikimedia Commons. Licencia CC.
Esquema de relieve apalachense
Esquema de relieve apalachense.

b) Montes de Toledo. Tiene relieves más suaves que el Sistema Central. Es característica la presencia de relieves apalachenses. Son relieves formados sobre un relieve antiguo, arrasado por la erosión, que experimenta un rejuvenecimiento que reactiva la erosión diferencial. Ésta deja al descubierto los estratos más duros del relieve original, que afloran formando crestas paralelas, largas y estrechas, separadas por depresiones. Los Montes de Toledo están divididos en numerosas sierras, la más importante de las cuales es la Sierra de Guadalupe.

Relieve apalachense en la Sierra de las Villuercas
Relieve apalachense en la Sierra de las Villuercas (Cáceres).
Imagen de Aparicioporras en Wikimedia Commons. Licencia CC.

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3) Depresiones interiores.

Son depresiones formadas por el hundimiento de bloques del zócalo como resultado de la orogénesis alpina y su posterior relleno con materiales sedimentarios de origen continental, en su mayoría durante la Era Terciaria.

Se caracterizan por la alternancia de capas o estratos de diferente dureza (calizas, arenas, arcillas, yesos, margas), que provoca relieves diferenciales, en los que predominan las mesas o páramos (superficies planas y elevadas cuya parte superior se compone de una capa caliza dura), las cuestas y las campiñas (llanuras bajas y onduladas formadas por materiales sedimentarios blandos). Las principales unidades de relieve son las siguientes:

a) Depresión del Duero: constituye toda la mitad oriental de la Submeseta Norte y es la mayor de las depresiones interiores. Conecta sin transición brusca con la Penillanura Zamorano-salmantina, con la que conforma una única cuenca fluvial, con una altitud media (unos 850 m) más elevada que la de las depresiones de la Submeseta Sur.

Cuenca del Duero
Llanura castellana en Urueña (Valladolid)
Imagen de Antonio García en Flickr. Licencia CC.

b) Depresión del Tajo: Se sitúa en la cuenca alta del Tajo y es la principal depresión terciaria de la Submeseta Sur. Al sur se prolonga por la Llanura Manchega, en el Alto Guadiana, y al sudeste por la Cuenca del Júcar, ambas formadas por materiales más recientes, con gran presencia de los sedimentos cuaternarios. En la Llanura Manchega estos han dado lugar a campos de dunas. Además, el vulcanismo de la Era Terciaria y Cuaternaria ha dejado relieves volcánicos en el Campo de Calatrava. La altitud media del sistema de depresiones de la Submeseta Sur es más baja (500-700 m) que la de la Submeseta Norte, especialmente en el valle del Guadiana.

Paisaje manchego
Paisaje manchego.
Imagen de Gato Preto en Wikimedia Commons. Licencia CC.

c) Depresiones menores: Además de las grandes depresiones del este de la Meseta, el Macizo Ibérico es atravesado por varias depresiones terciarias menores, entre las que destaca la Cuenca del Guadiana.