En el caso de los materiales metálicos, la humedad y el oxígeno del
aire, los van oxidando, pudiendo este ataque acabar destruyéndolos. A
este fenómeno se le denomina oxidación y corrosión, mientras que en los materiales poliméricos se denomina degradación.
Puede entenderse como la tendencia general que tienen los materiales a
alcanzar su forma más estable o de menor energía interna.
La corrosión es un fenómeno espontáneo que afecta prácticamente a todos
los materiales procesados por el hombre. Es una oxidación acelerada y
continua que desgasta, deteriora e incluso puede afectar la integridad
física de objetos y estructuras. Esta degradación de los materiales
puede llegar a provocar interrupciones en los procesos
de fabricación de las empresas, reducción en la eficiencia de los
procesos, contaminación ambiental, pérdida de productos, mantenimientos
muy costosos y la necesidad de rediseñar equipos y procesos
industriales.
La industria de la corrosión, entendida como todos los recursos
destinados a estudiarla, prevenirla y combatirla, mueve anualmente miles
de millones de euros.
Se estima que los países industrializados dedican alrededor del 4% de
su PIB (Producto Interior Bruto) a los gastos inherentes a los daños
por corrosión; solamente hablando del acero, de cada diez toneladas
fabricadas por año se pierden dos y media por corrosión.
Por esta razón, cada día se desarrollan nuevos recubrimientos, se
mejoran los diseños de piezas y estructuras, se crean nuevos
materiales, se sintetizan mejores inhibidores, en un esfuerzo permanente por minimizar el impacto negativo de la corrosión.